Grupo Escultórico

Guillermo Botero Gutiérrez

La Obra

Conjunto escultórico de gran formato, con tendencia figurativa de rasgos abstraccionistas, y evocaciones a la representación iconográfica cristiana medieval. El antiacademicismo y antinaturalismo en su concepción se refleja en la búsqueda de una mayor libertad formal en su composición. Las siluetas han sido estilizadas en la búsqueda de simplificar la representación de los rasgos anatómicos en general. No obstante, la habilidad técnica, evocaciones plásticas y antiacademicismo que refleja la obra no se ven acompañados de una clara intención de expresividad artística capaz de transmitir o despertar emociones o sentimientos en el observador.

En la maestría técnica que refleja este conjunto escultórico en su elaboración, y en su perdurabilidad en el tiempo, se manifiestan el gran conocimiento y dominio del material y las técnicas escultóricas por parte del ejecutor al igual que la calidad de los materiales empleados. La obra fue ensamblada sobre sendas estructuras de hierro a partir de secciones de lámina de cobre forjadas y unidas con precisión mediante soldadura autógena, logrando así uniones prácticamente imperceptibles. Material de uso muy poco común en especial en trabajos escultóricos de gran formato en el medio colombiano. Excelente trabajo de patinación de las piezas, ha permitido su notable perdurabilidad. La masividad del pedestal en relación con la esbeltez de las figuras les resta protagonismo.

Tomado de la ficha de inventario de Bienes culturales muebles- Plan de Ordenamiento Territorial de Manizales- Anexo 7.

Técnica

Escultura realizada en chapa de cobre soldada al acetileno, cubierta en su interior por una estructura de varillas de hierro y acero unidas entre sí con soldadura eléctrica. Esta posee características muy especiales que merecen ser destacadas, el grupo se apoya sobre cuatro puntos en su base de concreto. Los puntos, o sean los pies de las figuras soportan no sólo el peso de la escultura, sino además la presión del viento que en ese lugar es bastante fuerte y por lo tanto la masa de cobre se encuentra en constante movimiento, obligando. a la estructura interior a acompañar el vaivén, igual que las alas de un avión en vuelo. Es por esto que en el violento terremoto de 1979 resistió los caóticos remezones sin ningún problema.

“La obra tiene innumerables títulos dados por el pueblo: “Adán y Eva”, “Origen de la vida”, “Nuestra Juventud”, etc. Sin embargo su nombre de origen es simplemente “Grupo escultórico”. Se encuentra el grupo haciendo parte de una edificación de varios pisos, simétrica y fría. Una serie de ventanas iguales. Un frente estéril revestido en piedra arenisca de un color rosa pálido. En la parte baja los grandes ventanales de vidrio cambian la monotonía general, y es aquí, justamente, en donde entra a jugar la escultura como fachada. Son dos figuras separadas algunos metros del edificio. Se unen entre sí mediante un arco que pasa por sobre sus cabezas y crea por lo mismo una gran curva que le da un acertado sentido de movimiento a la simetría de la edificación.

Por lo demás las figuras modeladas en grandes planos se reflejan en los cristales de la fachada dándole a las formas una cuarta dimensión que le imprimen a la plaza un aire muy singular.

Es de destacar aquí la polémica que suscitó en la ciudad la colocación de estas esculturas. Los más en contra, los menos a favor. Realmente no es este trabajo una muestra de belleza estética a la manera helénica, como no lo es nuestro pueblo americano. Ni sus poses están acorde con las actitudes heroicas, literarias y sensibleras con las que solemos rodear a nuestros héroes. Simplemente son gentes sencillas, talvez tristes, de voz apagada. Raza color tierra, sin una cultura que las libere, humildes y que sólo saben elevar oraciones en plegarías de sometimiento. Son dos formas en siluetas, sin adornos y hojas de parra; se recortan simplemente en el espacio sin medias tintas cómo volúmenes que rompen la monotonía de una arquitectura de panteón de cementerio.

Muchas veces pienso en esta obra, producto en mí, seguramente, de una rebelión de conceptos, tal vez de una rabia por arrancarme un aprendizaje de soluciones académicas, de pronto un deseo de estallar dentro de mí mismo, no sé, lo que si sé, es que no hice de esta escultura un hecho literario y menos aún dos figuras de dioses mitológicos y aún menos el deseo de agradar con la reproducción de dos esbeltas formas salidas de un concurso de belleza”.

  • Dimensiones: Ancho: 449 cms Alto: 594 cms Profundidad/largo: 95 cms.
  • Base: Ancho: 304 cms Alto: 79 cms Profundidad/largo: 194 cms.
  • Total: Ancho: 449 cms Alto: 673 cms Profundidad/largo: 194 cms.
  • Localización: Cra. 22 – 23 Calle 22 – 23 Plaza de Bolívar Manizales, Colombia.
  • Entidad custodia: Alcaldía de Manizales.
  • Declarado BIC: SI.
  • Ámbito declaratorio: Municipal.
  • Acto administrativo: Decreto N°0221 del 26 de septiembre de 2003.

Tomado del libro “Murales y Esculturas de Guillermo Botero” Publicado por la Fundación Libro Total.

Autor

Guillermo Botero Gutiérrez

Guillermo Botero Gutiérrez (Pácora, Caldas, 1917. Manizales, 1999). Fue escultor, dibujante, escritor y profesor de artes en la Escuela de Bellas Artes de Manizales, de la cual fue uno de los fundadores y decano en dos oportunidades.

Tomado del libro “Murales y Esculturas de Guillermo Botero” Publicado por la Fundación Libro Total.

Foto “REVISTA  ONDA DIGITAL”.

“Nací en Pácora, Caldas, año de 1917. Salí y tomé innumerables caminos al encuentro del mundo. Crecí, crecí y viví en mil lugares, no sé cuántos. Mi boca se unió a otras bocas y con ellas compartí el mismo vino, el pan, la risa y la palabra. Hice exposiciones de mis obras, ¿cuántas? no lo sé; gané premios, ¿cuántos?, no recuerdo.

Viví en mil lugares, dicté conferencias, escribí en revistas y periódicos y cambié ideas con otros hombres diferentes a mí. Labré la tierra y reventé las ampollas de mis manos con tunas de limonero. Se puede decir que he nacido para la lucha y que el grito lo he convertido en canto y el canto en rebelión de mI propia alma”.

En este pequeño libro, si así lo queremos llamar, se incluye parte de mi obra realizada en Manizales. Existen trabajos míos por muchas partes del mundo, especialmente en Sudamérica. Sin embargo aquí el propósito es el de hablar de lo hecho durante varios años de vida artística en la ciudad a la que llegué un día desde Pácora, mi querido lugar de nacimiento, con sólo unos meses de haber empezado a vivir.

Quiero dar aquí la idea del trabajo contenido en cada mural: dimensiones, materiales usados, técnicas empleadas y lo que he querido decir, o sea el tema desarrollado, histórico, político o de contenido libre. Insisto en destacar el material en que está trabajada cada obra porque considero que es vital para la expresión misma de su realización. Yo creo que la materia no es un cadáver, algo muerto, terminado. Siento, por ejemplo, que en la madera existe algo así como, un alma. Guarda un calor determinado; se dilata con la humedad y el frío, se contrae si la temperatura es elevada, vive en continuo movimiento de acuerdo con los cambios del clima que la rodea. Tiene un olor propio, bien característico y respira un aire muy suyo. Lo mismo encontramos en otros materiales: el vidrio, la lava volcánica, la resaca del mar. Cadáveres de peces, conchas marinas, arenas, piedras y aún los desechos aparecidos en los desbordes de grandes ríos. Todo este universo de cosas “muertas”, esta lleno de expresiones con las que yo mismo he realizado algunos murales. Sólo se requiere de una gran sensibilidad para interpretarlos.

Es de añadir que en mi obra no se han de encontrar sueños de geometrías abstractas o líneas dinámicas penetrando en el cosmos, y menos aún la angustia generacional del hombre actual. Encierra eso sí, la poesía del pueblo y dice de sucesos que han hecho de nosotros lo que somos. Una mano modelada tiene cinco dedos, de ello no hay duda, y una cabellera es parte de la cara que compone una cabeza. En cuanto a la composición se adivina una intención cierta de hacerla cerrada, exigente. Una forma dibuja otra forma, y un volumen es siempre el equilibrio de otro. Tiene la justeza de una balanza y creo que está desprovista de trucos y terminaciones falsas”.

A diez años de su muerte

Por Carlos Enrique Ruíz

“Han pasado dos lustros de la muerte de nuestro artista plástico más notable. Un hombre que desde la infancia vivió su vida a la velocidad de un destino marcado por el trabajo y la incesante búsqueda de la belleza. De niño le correspondió plantar aboles en  «La María» (la finca de su padre), que después benefició para sus tallas, y la heredó, dándole manejo productivo en café, frutales, flores y cultivos de pancoger, en simultaneidad con su oficio de Artista. Alumno-fundador en la Escuela de Bellas Artes de Manizales, donde fue discípulo de Gonzalo Quintero, José Manuel Cardona, Alberto Arango Uribe…, luego becado por el gobierno departamental viajó a Chile donde avanzó en su preparación como escultor trabajando en la Escuela de Canteros, y prosiguió su trajinar de indagación, formación asombrosa en Brasil, Argentina y Paraguay, y sentó reales en Uruguay, donde su taller fue centro de intelectuales y artistas del exilio, en tiempos de dictaduras.

Casó con adorable maestra de Tacuarembó, Mirta Negreira Lucas, el ángel guardián de toda su vida, y se reincorporó con ella a Manizales a comienzos de los años sesenta, donde llevó vida intensa, con prolífica obra, esparcida por lugares públicos en la ciudad Y en colecciones privadas de aquí y de otras partes. De igual modo viajó en varias oportunidades por Europa en estudio de los grandes maestros por los museos, y gustando todos los vinos.

De muy joven fue tallador de cristos, vírgenes y santos por pueblos, incluso imágenes milagrosas que lloraban ante el fervor de los feligreses, gracias a sus trucos de cera en cavidades dispuestas para la sorpresa. Y en su primer taller tuvo el atrevimiento de disponer de modelos desnudas, lo que para ese tiempo fue escándalo desde los púlpitos. La condición y la creación del pueblo fueron atractivo especial de observaciones y aprendizaje, a tal punto que al concluir una obra grande solía ocuparse de explorar en formas populares, con diversidad de materiales, y en los años finales modelando el vidrio con figuras de rica y variada abstracción. Ningún material le era ajeno, puesto que a todos ellos los consideraba con alma, y se consagraba a explorarlos en su riqueza de contenidos, hasta sacarles el mejor provecho en volúmenes de llamativa condición.

El maestro Botero, perteneciente por edad y amistad a la “generación de los azúcenos”, comenzó su presencia profesional en Manizales, cuando la construcción del Teatro-los-Fundadores, elaborando ese mural excelente sobre la historia de la ciudad, ubicado en el segundo piso de la edificación, y la bailarina en lámina de cobre, del primer piso, al igual que las estampas musicales del vestíbulo, en homenaje a la música de viento y a la música de cuerdas. Fue profesor y director de la Escuela de Bellas Artes, por corto período, puesto que su trabajo de taller le demandaba todo el tiempo.

De muy joven fue tallador de cristos, vírgenes y santos por pueblos, incluso imágenes milagrosas que lloraban ante el fervor de los feligreses, gracias a sus trucos de cera en cavidades dispuestas para la sorpresa. Y en su primer taller tuvo el atrevimiento de disponer de modelos desnudas, lo que para ese tiempo fue escándalo desde los púlpitos. La condición y la creación del pueblo fueron atractivo especial de observaciones y aprendizaje, a tal punto que al concluir una obra grande solía ocuparse de explorar en formas populares, con diversidad de materiales, y en los años finales modelando el vidrio con figuras de rica y variada abstracción. Ningún material le era ajeno, puesto que a todos ellos los consideraba con alma, y se consagraba a explorarlos en su riqueza de contenidos, hasta sacarles el mejor provecho en volúmenes de llamativa condición.

El maestro Botero, perteneciente por edad y amistad a la “generación de los azucenos”, comenzó su presencia profesional en Manizales, cuando la construcción del Teatro-los-Fundadores, elaborando ese mural excelente sobre la historia de la ciudad, ubicado en el segundo piso de la edificación, y la bailarina en lámina de cobre, del primer piso, al igual que las estampas musicales del vestíbulo, en homenaje a la música de viento y a la música de cuerdas. Estudió artes plásticas en Río de Janeiro y Santiago de Chile. Luego, regresó como, en Manizales en donde, pasado el tiempo, dirigió la Escuela de Bellas Artes.

Nacido en Pácora (1917), nunca olvidó su tierra y allá fueron a dar, a su muerte, las herramientas,  hornos eléctricos y demás elementos de su taller, con obras reunidas en vidrio, madera, cerámica, que se conservan celosamente en la Casa de la Cultura que lleva su nombre, aprovechado ese motivador ambiente en la realización de prácticas con jóvenes que también buscan una vocación en el arte.

Bellos murales en madera están en edificios Xué y Cervantes, en el auditorio del Recinto-del-Pensamiento, en el Fondo Cultural del Café, en el centro comercial Parque Caldas, en el hotel Las Colinas,… en el hospital de Buenaventura, etc. Importante la serie inconclusa de tallas con tema de los profetas y suicidas (Elías, Ezequiel, Zacarías…, Matilde…). Los dos murales en cerámica sobre el 20 de julio en la Plaza de Bolívar de Manizales («Preludio de lanzas llaneras» y «Vientos de libertad»), han sido víctimas del desamparo de las administraciones municipales, y paulatinamente destrozados por la barbarie y la desidia. Son murales elaborados en rigurosa técnica clásica de la cerámica, con arcilla seleccionada, obedeciendo a meticulosa investigación en la fabricación de los esmaltes, en las temperaturas, y realizados en su propio taller, con horno de ACPM especialmente hecho para ese fin. Son piezas históricas, invaluables, que deben ser restauradas por manos expertas y preservadas como patrimonio artístico.

En el mismo marco de la Plaza de Bolívar hay un conjunto escultórico en lámina de cobre, que de igual modo ha sufrido la arremetida de la barbarie, ante ojos impávidos. En el parque San José contribuyó en su remodelación instalando un conjunto con cerámica suya de gran tamaño («El viento») y con rescate, en un plano inferior, del busto del pensador Rafael Uribe-Uribe de la autoría del maestro Constantino Carvajal (busto que desapareció, también por la desidia y el desparpajo de una sociedad no formada para la valoración del arte). Hay también murales suyos en el Club Manizales, uno en madera y otro en materiales volcánicos. Y la «Mujer» en ese escondrijo del antiguo Banco de Caldas que da a la carrera 22.

El maestro Guillermo Botero-Gutiérrez es por tantos motivos de recordar. Personalidad recia, formada en el trabajo sin fatiga, con estudios fundamentales e intensos en dibujo, escultura, historia del arte, en lecturas de los clásicos universales y americanos, fortalecido en su vagabundear por el mundo, con ojo atento y espíritu inquisitivo. Centro insustituible de tertulias, con capacidad de escanciar buenos licores y su infaltable aguardiente, y de centrar las conversaciones con verbo elocuente y chispeante. Sus historias, en medio de los tragos, eran alucinadas, del corte del «realismo mágico», por ejemplo ese relato de cuando los uruguayos se bebieron a su héroe nacional Artigas.

Han quedado valiosos testimonios suyos en algunos libros: «Murales – Esculturas – Manizales» (catálogo, s.f., que debería reeditarse para difusión entre propios y visitantes),  «G. Botero G., escultor» (bello libro, con textos y policromías, editado por Maria-Virginia Santander M., bajo el auspicio de la Universidad de Caldas, 1995), «Y fue un día» (autobiografía, libro editado por la Universidad Nacional en Manizales, 1997). Asimismo, número significativo de escritos y dibujos en la Revista Aleph.

Nuestra ciudad, tan esquiva con el arte moderno y el contemporáneo, debe mirar de nuevo a un modernizador cómo fue el maestro Botero, en el rescate y difusión de sus obras públicas, con reproducción de catálogo que está a la mano. Los dioses del Olimpo lo tendrán disfrutando en un jolgorio de creación eterna, como un poeta de encendida expresión.

Sin embargo, pocos conocen algunas obras importantes que Guillermo Botero legó al Uruguay. Muchas veces hablamos con el Prof. Arq. Mariano Arana acerca de la necesidad de rescatar sus obras antes de que se perdieran definitivamente. El Prof. Arana recordaba una importante talla en madera, de grandes dimensiones, que Guillermo había instalado en un local comercial en Mercedes, entre Florida y Andes (frente al Auditorio Nacional del SODRE). La talla había sido pintada pero hasta hace unos años estaba allí aunque el comercio había cerrado.

Sus obras más importantes se encontraban (¿se encuentran?) en la antigua terminal del Aeropuerto Nacional de Carrasco. En 1946 y 1947, Guillermo fue uno de los artistas contratados por la Comisión Especial de Aeropuerto de Carrasco para contribuir al embellecimiento interior del edificio. Hasta 1983, en el hall principal había un gran mural de cerámica (una de las técnicas predilectas del artista que era un maestro del fuego, la forja y la cocción a altas temperaturas). El mural estaba entrando a mano derecha y sus dimensiones serían de unos cinco o seis metros de alto por unos ocho de ancho. La cerámica reflejaba en una especie de colorido mosaico los paisajes humanos del país. Cuando se hizo la reforma o ampliación de 1983, que consistió en abrir un corredor hacia la derecha donde se ubicaron los counters de las compañías aéreas, el mural fue desmontado y los numerosos paneles de 50 x 50 que lo constituían desaparecieron.

Nunca olvidó su tierra y allá fueron a dar, a su muerte, las herramientas, hornos eléctricos y demás elementos de su taller, con obras reunidas en vidrio, madera, cerámica, que se conservan celosamente en la Casa de la Cultura que lleva su nombre, aprovechado ese motivador ambiente en la realización de prácticas con jóvenes que también buscan una vocación en el arte.

Cuando falleció Guillermo, en 1999, Mirta legó la casa-taller (en la planta baja garaje y depósito, en el primer piso el taller y en la segunda planta la vivienda propiamente dicha) para una institución de enseñanza de artes y oficios y regresó a la casa que habían construido en Shangrilá (la famosa “casa del techo caído”). En su equipaje traía un legado artístico, una extraordinaria escultura en madera, uno de “los profetas”, una cabeza tallada en un tronco cilíndrico de aproximadamente un metro de alto, montada sobre un eje que permitía girarla para apreciarla en toda su fuerza y semblanza. Era una donación de Guillermo a la Intendencia Municipal de Montevideo. Entonces concurrimos con Mirta a entrevistarnos con Gonzalo Carámbula, entonces Director de Cultura de la comuna bajo la Intendencia de Mariano Arana. La cabeza del profeta fue ubicada, ese mismo año, en el vestíbulo del despacho del Intendente en el Palacio Municipal en un acto al efecto. Mirta se retiró muy satisfecha, había cumplido el encargo especial de Guillermo”. Carlos-Enrique Ruiz [I] (2009).

Galería de imágenes

Bibliografía consultada

Ficha de inventario de Bienes Culturales Muebles- Municipio de Manizales.

A diez años de su muerte por Carlos-Enrique Ruiz [i] (2009).

LIBRO “Murales y Esculturas de Guillermo Botero G”.  DE GUILLERMO BOTERO 1917 – 1998 73 PAG –    Fundación El Libro Total proyecto de responsabilidad social e intelectual de la firma   Sistemas y Computadores S.A.

 LIBRO TOTAL https://www.ellibrototal.com/ltotal/?t=1&d=4403

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